Yo quiero que se sepa

Desde intramuros

          La realidad de las mujeres privadas de su libertad se encuentra llena de conflictos, consecuencias, derechos no respetados, etc., al igual que la de las mujeres que están en libertad. La diferencia es que en nuestras circunstancias no tenemos la autonomía para resolver situaciones. Nos encontramos en un estado de indefensión agravado por el encierro. No se cumplen los derechos que teóricamente las leyes, tratados y convenios expresan. La opresión y la represión en la que estamos, no nos permiten ejercer nuestros derechos como individuos y menos como mujeres, a causa de la violencia de género a la que estamos sometidas.
El avasallamiento sistemático de todo derecho hace que nos quedemos a la deriva, cuando iniciamos algún movimiento ante cualquier conflicto específico de nuestro género. No se cumplen los derechos de madre, de extranjeras, trabajadoras, estudiantes o ciudadanas.
Quizás este tema tan generalizado, se comprenda mejor deteniéndose en circunstancias particulares, que a diario se reproducen en cualquiera de nuestras compañeras.


Algunos relatos y puntos de vista

        Estoy detenida desde el año 2000. Como verán, han pasado diez años. Entré cuando tenía 23 de edad. Los primeros días de la cárcel se pueden describir de varias maneras, depende muchísimo del entorno social, familiar, o de cualquier compañero/a que se tenga. En mi experiencia fue muy triste, porque mi condición de extranjera hizo que me encontrara totalmente sola. Una va en sentido contrario, literalmente, porque no es lo que uno quiere, sino lo que debe hacer bajo orden de las “famosas botas resocializadoras”.
Analizando las tantas secuencias que fui pasando y observando la manera de anular a las personas que se aplica en las condiciones infrahumanas de las cárceles, de a poco fui tomando conciencia de la problemática social, y saqué la conclusión de que el encerrar a las personas, aislándolas literalmente de toda posibilidad de reinserción, es una muerte lenta y segura. Afirmando mi conclusión de que no se puede disfrazar la realidad, la resocialización no puede estar en manos de represivos.
Bien, terminando esto, paso a contarles que la única manera de encontrar la libertad es estudiando. Porque la libertad es una práctica social, y nos pertenece, cualquiera fuera la situación en la que nos encontremos. Como yo encerrada aquí practico cotidianamente la libertad y trato de que nadie, absolutamente nadie, tenga que comprar la versión barata de que somos libres.
Nadie está exento del sistema capitalista, estamos todos sometidos, porque tenemos que trabajar para consumir. Cuando aprendamos que no queremos ser más conejitos de indias, puede ser que gocemos de la libertad totalmente.
Pensar es gratis y fortalece la convicción del ser humano. No dejemos que nadie piense por nosotras, porque todas absolutamente todas, tenemos la capacidad de pensar, decidir y declararnos libres.

- En los últimos tiempos hemos estado sufriendo arbitrariedades en la unidad. Con el último cambio directivo las cosas empeoraron. Las requisas internas se vuelven cada vez más represivas y el trato del servicio para con las internas deja mucho que desear…
Tenemos un director con el que las chicas no tienen comunicación directa, solamente estando sancionadas, sino otorga audiencia una vez por mes. Esto muestra el poco interés que tiene por escucharnos. Así continuamos con un Jefe de Seguridad Interna con el que si no se aceptan sus condiciones y sin querer levantás la voz, él te dobla los brazos, te tira al piso y te manda a una celda aislada de castigo. ¡De este modo se nos hace imposible una reinserción! Ya que las injusticias, el avasallamiento y el maltrato están a la orden del día.


Queremos que sepan…

 - Queremos que sepan que muchas veces somos expuestas a maltrato por el Servicio Penitenciario Federal. Por ejemplo, al estar atrás de una reja, reclamando o pidiendo salir a trabajar o estudiar, que es un derecho que nos corresponde, depende el día que ellas tengan es cómo seremos tratadas. Ya que dependemos… ¡de una celadora! Y si en el momento nos sentimos mal y queremos salir a un Centro Médico, nos contestan que tienen que esperar que la jefa les dé el sí, y no les importa el estado en que te encuentres.
Nosotras tratamos de pedírselo de la mejor manera, pero a veces llegamos a estar horas… hasta encontrarnos la reacción, y contestarles de mala manera.
Por todas estas cosas al final nos dicen: “usted va a terminar sancionada”, sin importar todo lo que se produjo anteriormente.

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- Queremos que sepan que desde nuestro punto de vista, somos personas que por circunstancias de la vida cometimos errores, y estamos ahora sin derecho alguno.
Nosotras queremos que sepan que estamos detenidas pagando los errores que cometemos. La gente juzga sin saber por qué motivos hicimos lo que hicimos.
En este lugar conocés gente buena y mala. Estando encerrada conocés el rencor, la angustia, la soledad y la maldad.
Hay veces que nos dañan psicológicamente sin saber que nosotras sufrimos por nuestros seres queridos. Que hoy en día, por ejemplo, mi hermano, quedó solo después que yo caí detenida, y se colgó con la pasta base. Y la sociedad no se ocupa.
Miles de veces traté de que lo ayuden, pero es como que no me dan bola y eso me hace mal, porque ni siquiera me dan una ayuda para cuando me vaya y pueda ayudarlo.
Desde nuestro punto de vista queremos que abran un poco los ojos, y se den cuenta que pueden mejorar esto y sacar adelante a toda esa gente con problemas de adicción que sí quieren cambiar. Y la sociedad, gobierno, o yo que sé, no hacen nada para que se rehabiliten y no sigan con esa maldita droga QUE TE MATA y no tiene salida sin una ayuda.

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- Yo quiero que se sepa que estos pasillos llegan a marear a quienes creen que tienen el derecho de juzgar, reprimir, y doblegar nuestros instintos de libertad. Jamás carecen de alternativas para condicionar nuestro buen ánimo y humor. Ellos siempre encuentran los términos y maneras, el momento oportuno, y proceden con el fin de hacernos creer, intentando convencernos de que éste podría haber sido un gran día, si no hubiéramos tomado la decisión de opacarlo.

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- Yo quiero que se sepa que he cometido un error del cual estoy sumamente arrepentida, y por el cual estoy pagando. Pero también quiero que se sepa que soy madre de dos pequeños hijos, uno de seis años y otro de cuatro años, y que por uno de ellos me corresponde un “derecho” -que lo quieren hacer pasar por “beneficio”-, llamado arresto domiciliario. Los requisitos para gozar de ese derecho son tener hijos menores de cinco años.
Entonces si uno tiene esos requisitos, por qué es que la justicia, o en mi caso Casación, se demora tanto en darme algo que corresponde.
Quiero estar con mis hijos, es un derecho, y tengo todos los requisitos necesarios para lograrlo: amor, cariño, y como ellos dicen, un hijo menor de cinco años. Por lo tanto mi queja es hacia la justicia, que demora tanto en dar lo que corresponde y a quien corresponde.

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- Bueno, les queremos contar nuestra historia desde que estamos privadas de nuestra libertad. Hemos vivido muchas cosas malas y buenas en este lugar. Cuando llegamos nos pusieron en un cuadrado de 2 por 2 llamados “tubos”. De ahí nos llevaron a un pabellón de menores al otro día. A pesar de todo hemos conocido a mucho tipo de gente en este lugar.
En el lugar en que viví un año, en menores, estaba bien, con compañeras de mi edad, chicas con una vida ya recorrida para la edad que tenemos.
La gente piensa que nosotras hacemos las cosas porque nos gusta y no es así.
Sé que elegimos un camino que no es el correcto, pero así es como aprendemos las cosas de la vida.
A veces no nos damos cuenta del sufrimiento que llegamos a causarles a nuestras familias.
Por estar acá supuestamente salís adaptada para la sociedad, pero lamentablemente la sociedad no se adapta a nosotras.

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- Quiero hablar de mi hija: Kimberley. De los derechos que tiene una mamá y no se cumplen, separando el vínculo de una mamá con un hijo, y la necesidad inmensa que tengo de verla, de abrazarla, de jugar con mi hija y no volver a separarnos.
Desde que me encuentro detenida no veo a mi hija. Ya hace un año y tres meses. Hoy sólo cuento con comunicación telefónica –que antes tampoco tenía-. Sí lo hacían los profesionales que la asistieron, psicóloga, asistentes sociales, y la directora de organismo, manifestando la necesidad que siempre daba mi hija, por intermedio de juegos, y en diálogos, de ver a su mamá. Sin ver el sufrimiento que pasamos las dos en la distancia abrupta que tuvimos. Nunca dejé de pedir ayuda profesional, y mucho menos bajar los brazos, ni perder las esperanzas de ver a mi hija, que es mi vida, y la prioridad que tengo para seguir viviendo.
Lo que quiero que se sepa es que voy a luchar contra todo por ver y estar con mi hija nuevamente, a quien extraño demasiado, necesito, y amo con mi vida.
Dios me ayude a que el encuentro sea lo antes posible. Es una necesidad de mamá e hija. Gracias por escucharme. Hija te amo, necesito y extraño.

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- Yo quiero que se sepa que la sociedad muchas veces nos juzga sin saber por qué y cómo una viene a caer. En una cárcel hay de todo, como en la calle. Algunos por necesidad, otros por la maldita droga. Hoy en día juzgan mucho a los jóvenes que se drogan. Y ¿por qué no se ocupan de cerrar la frontera y que no negocien más los narcos, y arruinen las vidas de muchos?
Creo que el mundo está cada vez más loco, pero no por los jóvenes, sino por la droga y el mismo gobierno.

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- Yo quiero que se sepa qué inferiores nos sentimos tras las rejas, sin poder expresar lo difícil que es convivir, privándonos de muchas cosas. Una de ellas es no poder disfrutar momentos felices con nuestros seres amados, y pensando qué difícil es para ellos.
Con respecto a la visita familiar, queremos que se sepa que a veces no reciben buen trato, ya que los hacen esperar más de lo debido al ingresar y al retirarse, siendo los más damnificados los niños.
Quiero que se sepa que la alimentación no es la adecuada. Hay menús que son incomibles, poco sanos para la salud. La grasa es abundante y provoca malestar en muchas de nosotras.
Quiero que se sepa también sobre nuestra salud, ya que no recibimos la asistencia médica necesaria. Si nos sentimos mal, nos dan para tomar Diclofenac o Ibuprofeno, y nos mandan al pabellón, sin saber por qué nos sentimos mal. Nunca nos hacen estudios para saber de qué proviene el malestar. A veces los inyectables son mal puestos. Hasta hematomas nos quedan. Si nos sentimos mal y pedimos ir al centro médico, nos sacan horas más tarde, y a veces directamente no nos sacan. El doctor siempre está ocupado, y si nos atiende, está de mal humor.
Yo quiero que se sepa que somos seres vivos y tenemos derechos como todos. Que no por estar tras las rejas valemos menos o merecemos menos.

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- Yo quiero que se sepa que hay momentos en la vida que realmente no se pueden evitar, circunstancias que son imposibles de vivir… ¡pero se SOBREVIVE! Acá adentro estamos en un cuadrado de 2 x 2, que nosotras llamamos pieza, con un placercito, si así se puede llamar… Algunas tenemos televisión y radio, otras no. Además un colchón sobre una estructura de hierro tipo cama.
Dentro de todo tenemos algunas comodidades. Esto que te estoy contando, es porque es un pabellón “celular”. Si estuviéramos en un pabellón “colectivo”, sería diferente, ya que seríamos muchas, con dos filas de camas individuales, a lo largo de un pasillo como división. Además un baño con tres inodoros y tres duchas, y por último una cocinita chiquita con una mesada.
Algunas conseguimos trabajo, estudiamos, hacemos algún que otro curso. Obviamente, esto depende de cómo querés manejarte acá adentro. Es saber y entender que venimos a pasar una “condena” y no unas vacaciones…
Yo creo que el encierro te mata. Llegás a sentir muchísima soledad. Por ejemplo a mí me ayuda a reflexionar dichas circunstancias que he vivido en la calle. A darme cuenta de todo el sufrimiento que le he causado a mi familia, y sobre todo a mi hija… En otro momento, capaz que no lo podía ver.
Yo quiero que sepan que la droga te arruina, la pasta base te mata, te lleva a hacer cosas que nunca imaginaste. Por eso hay que tomar conciencia de lo que querés. ¿Vivir o no? Si querés, ¡podés!
Si te tirás abajo siempre la que va a terminar perdiendo sos vos… Y aunque nos digan que estando acá nos están rehabilitando para el día de nuestra “libertad”, que estaremos aptas para la sociedad, sabemos muy bien que así no es. Es más, si pueden bajarnos la autoestima, lo hacen con mucho gusto.
“Dicen que la vida no es como la ves. Para aprender hay que caer. Para ganar hay que vencer”…


Escenas de represión y maltrato


          - Hora 21.15 aproximadamente. Se oyen tiros provenientes del área que bordea a los Pabellones 11 y 12. Alertadas por los mismos, observamos a dos compañeras tiradas en el campo, un perro Rottweiler, y posteriormente observamos que les arrojan dos mantas tipo frazadas. “Femeninas” y “masculinos” golpean a nuestras compañeras entre nuestra desesperación e impotencia.
El pabellón número 12 prende fuego, con lo primero que encontraban a su paso, entre llantos y gritos, suplicando que no se las golpee más. Necesitábamos saber si estaban heridas de bala, y que depusieran su actitud de represión con bastones, patadas, etc.
Entre nosotras hay personas de edad avanzada, de 55 hasta 70 años. La mayoría estaba descompensada, con desmayos, y no eran asistidas.
Todo llevaba a una verdadera desesperación. El humo asfixiante nos cortaba la respiración. Las más jóvenes continuamos pidiendo que de una vez asistan al pabellón 12. ¡Por favor!
Una vez dominada la situación de gravedad que estábamos viviendo, el señor Jefe de Seguridad Interna, quien supuestamente debiera darnos tranquilidad, hace relevante su incapacidad, potenciando su instinto de pretender solucionar los problemas reprimiendo. Él nos manifiesta que si continuábamos pidiendo ayuda nos mataría a todas, palo en mano. Entonces entramos en pánico, y fue aún peor su feroz intervención, golpeando las rejas del pabellón con el palo, observando nosotras a un hombre fuera de sí, alienado, enceguecido.
¿Es ésta nuestra “seguridad interna”? Alguien que tampoco respeta que la mayoría del pabellón era la primera vez que se encontraba detenida, y que no podía comprender absolutamente nada de todo lo que estaba sucediendo.
No conforme con todo lo expuesto y sucedido, después de un lapso de diez minutos, el señor Jefe de Seguridad Interna vuelve a repetir que nos MATARIA A TODAS.
Ya no podíamos avisar a nuestras familias y abogados. En nuestra desesperación, a las más jóvenes ya no nos importaba ser ferozmente amenazadas, y atinamos instintivamente a ayudar las señoras mayores, ya que temíamos por su vida. Continuamos solicitando asistencia médica hasta el cansancio. De pronto nos convertimos en enfermeras, médicas, y continuamos solicitando asistencia médica.
Gracias a Dios, con una imposible e increíble fuerza de voluntad, entre nosotras pudimos asistirnos, protegernos, contenernos, llorar, decir BASTA. Sólo nos daba fuerzas el saber que lo vivido, debía salir a la luz.

***

- En la noche del viernes 24 de septiembre empezamos a escuchar disparos arriba del techo con mis compañeras. Pensamos que los cobanis estaban borrachos, porque siempre hacen lo mismo. Jamás creímos lo que iba a pasar: viene una compañera del cuarto de al lado y nos dice que había dos chicas tiradas en el campo. Al asomarnos vimos que sí, que había dos chicas tiradas en el suelo, rodeadas de toda la requisa. Las apaleaban ya estando esposadas. Cuando empezamos a gritar y golpear las ventanas para que las suelten, las levantaron y las pusieron contra la pared. Después se acercó un coche que frenó frente a ellas, y de él bajó el Jefe de Seguridad Interna con un palo. Las empezó a agarrar a palos. Se las llevaron en una combi.
Reclamamos a la Jefa de Turno. Se acerca y dice que nos quedemos tranquilas, que son sólo “dos chicas de Menores” (de 18 a 20 años). Le dijimos que cómo nos vamos a quedar tranquilas sabiendo que son dos menores, que igual fuese quien fuese es lo mismo, que eso no se hace. Somos personas, no basura que ellos pueden golpear.
Mi dolor era saber que eran mis compañeras de Menores, con las que viví un año. Ver cómo les pegaban siendo tan chicas, ver que las golpeaban tanto con palos, puños y patadas.
Nosotras, como todo el penal, hicimos “bondi” para que las dejen de maltratar. El pabellón 12 optó por prender fuego para que dejen a nuestras compañeras. El jefe de Seguridad Interna y la Jefa de Turno ya estaban desbordados por la situación. No querían sacarlas del pabellón sabiendo que en el mismo hay abuelas que se estaban asfixiando, como las doñas de nuestro pabellón. Empezamos a reclamar “Centro Médico” para las chicas, y que sacaran a las compañeras del 12. Deciden sacarlas y llevarlas al SUM. Nosotras hicimos lo posible para calmarnos y calmar a las compas que les hacía mal el humo.
A la media hora entra toda la requisa al pabellón, nos cuentan, revisan la habitación y nos engoman (encierran), nos dejan incomunicadas durante 30 minutos.
A todo esto la requisa resuelve entrar al 23 (Menores), requisan a nuestras compañeras y se las llevan al Sector A, que son los tubos (celdas de castigo y aislamiento), para golpearlas por “cómplices del intento de libertad”, o sea fuga. Después de golpearlas brutalmente, a su manera, ellas vuelven como a las 05:00 (a.m.) al pabellón donde estaba todo roto, tirada toda la mercadería. Les habían sacado los electrodomésticos, no tenían nada. Ya golpeadas, las celadoras no les pasan cabida y las dejan así, mientras a las dos menores –después de pegarles en otro lado-, las llevan para los tubos, dejándolas incomunicadas y sin cosas de higiene, ni nada por el estilo. Les dieron 15 días de sanción ahí adentro, sufriendo de hambre, soledad y tristezas.
Por todo lo que vivieron y pasaron están ahí, solas en las oscuridad y en silencio. Porque para las mismas jefas de Menores, no les pasan cabida, como si mis compañeras no tuvieran derechos. No les importa, total ellas vuelven a sus casas con sus hijos, como si nada, sin pensar que mis compañeras también son personas.


Algunas conclusiones

          Según un juez, nuestra condena consiste en no tener la posibilidad de ir y venir. En la realidad cotidiana se prioriza una “seguridad interna” basada en represión, que sólo nos impone castigos, a los que no estamos condenadas. Las continuas requisas internas, las técnicas de aislamiento entre las que se encuentra el entorpecimiento continuo del derecho a las visitas; la falta de cumplimiento de nuestros derechos a la salud, condiciones de vida, vínculos, trabajo digno, son parte del castigo.
Desde hace siglos está comprobado que los tratamientos de “resocialización” no dan el resultado para lo que fueron concebidos. Eso sí, demostradísimo está que son un negocio económico redondo. Entonces… ¿Para qué continuar con esta farsa? ¿Para qué utilizar estos métodos tan abusivos? La respuesta es fácil: ¡¡Intereses creados!!
Aunque las cárceles no deberían existir, sabiendo que lo que hoy se criminaliza es la pobreza o las ideas, ¡DIGAMOS BASTA! Sonará utópico el abolicionismo, pero podemos comenzar con la desmilitarización del Servicio Penitenciario. Con ello nos ahorraríamos muertes, torturas y malos tratos que a diario acontecen en nuestras prisiones.
Las mujeres privadas de su libertad están olvidadas por nuestra sociedad, por nuestro sistema y por cualquier juez o tribunal (paradójicamente son quienes deben velar por nuestra integridad). Nadie quiere escuchar, comprender o resolver las problemáticas que en el encierro se viven. A nadie le importa cuántas vidas son perjudicadas en estas infames circunstancias. Ningún imaginario social se detiene a pensar en lo que sufren los hijos de las detenidas. Todo ello sin llegar a interpretar la estigmatización que queda de por vida cuando una mujer recupera su libertad, donde se enfrenta a una sociedad discriminadora por haber pagado su deuda con la justicia. Por todo esto reclamamos la atención de las personas pensantes y que entre todas logremos cambiar algo de tanta injusticia.

Internas de la Unidad Nº 3 de Ezeiza para el Encuentro Nacional de Mujeres